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La Surrealista Cabaña Flotante de Alicia: LA SIRGA de William Vega (2012)

A diferencia de la celebre Alicia de Carroll, la de Vega no tiene un mundo del que huye por tedio sino un hogar incendiado y masacrado del que tiene que huir por sobrevivencia. Estas, y no otras, en la realidad colombiana, son nuestras versiones de aquellas fabulas que comienzan con erase una vez. Erase que no era, pues todo se lo han llevado y lo que hay se reduce a escombros. 


Alicia a diferencia del conejo blanco es rescatada, de algún modo de ese extravío, por un guía que en lugar de correr frenéticamente, como no, en este mundo flotante, levita sobre el agua, un barquero de nombre Mirichis. De ahí en adelante acompañamos a Alicia en su forzado exilio en un refugio flotante que parece aislarse de la realidad entre la niebla y la madera de una cabaña lacustre. Ahí el horror de la violencia exterior, simula quedar al margen, entre el drama interior de Alicia y el día a día de una cabaña familiar que planea ser un modesto hostal para viajeros algún día: La Sirga. Entonces es como sí la dura realidad, en la cual la vereda incinerada donde vivía Alicia, llamada Siberia, en medio del paramo, quedara en otra dimensión, temporalmente. Una especie de dimensión surrealista donde Alicia esta a salvo, y la preocupación no es sobrevivir a la amenazas de la violencia, sino de adaptarse a una nueva familia, y construir un nuevo lugar donde estar y del que vivir. 

William Vega ha hecho una alegoría o metáfora extendida sobre Colombia, sobre Nariño, la región donde sucede la historia, en la cual, por más que a veces pueda parecer, en cierto modo surreal, que nos aislamos de la guerra, ella esta ahí flotando de forma subrepticia, esperando el momento para emerger con todo su horror. Eso que llaman “guerra de baja intensidad” o guerra de guerrillas, guerra de desgaste, y demás términos que en el fondo solo diferencian el horror del horror total y permanente. 


Ese es el paisaje sobre el que navega La Sirga, a simple vista y un poco más allá. El director ha representado un mundo donde se conjuga una historia de exilio con un romance tan germinal de la misma vida, que resulta entrañable ser testigo de cómo va surgiendo. Al mismo tiempo percibimos un tono casí documentalista de la realidad y de la sobrevivencia, del rebusque en el campo, el cual va amalgamado a ese tono surrealista ya comentado, por momentos.  Aun así hay ciertas cosas que no encajan con ese estilo, en donde abundan ciertas postales que buscan impresionarnos en términos cinematográficos y fotográficos. 

Quizás solo es el producto de documentar un mundo casí surreal, por los paisajes y por el refugio que resulta para Alicia del horror del que viene escapando. Pero es una historia ficticia, dirán muchos, por supuesto que sí, pero una ficción retratada con tal naturalismo y de un mundo que semeja tanto, una pecera de: bruma, cuentos, noches, penumbras, sonambulismo, cotidianidad rural, que el público también termina sumergido en ella, como en un sueño. Vivimos La Sirga como la vive Alicia, pero también como la ven los fantasmas de esa casa y los duendes de la laguna. 

Enorme merito de William Vega y todo su equipo creativo de realización, incluyendo al elenco.


Sin embargo, tal sueño tiene intermitencias, y no es del todo fluido, y del mismo modo lo resiente la historia misma, el drama de la victima que es Alicia, tratando de adaptarse a una nueva vida, el cual ya no fluye tanto. Fluye cuando sentimos que la casa flota, con los sueños y la calma de los que la habitan, o la mirada de victima herida recobrando el aliento, o con el romance lacustre entre Alicia o Mirichis.  Pero cuando se topa con una constante sucesión de escenas y diálogos que quieren contar y contar cosas, así sean mínimas, no solo la mirada del director pierde claridad, su estilo y también la misma historia como  cine. Hay algunos cambios abruptos y a veces innecesarios, pero técnicamente muy lucidos, en la estética de los planos, que siento que crean un problema con la fluidez de la misma historia.

Escuche algunos comentarios sobre esta película, en Pasto, donde acusaban su lentitud, como un defecto, nada más lejos de lo que es La Sirga, y aunque a muchos les parezca extraño, le hace falta más lentitud, para hacer más verosímil, esta lenta adaptación, de Alicia a un nuevo hábitat y al mismo tiempo, a la perdida traumática de su mundo, incluyendo ahí a su familia. Hace falta en nuestra opinión justamente, contar más, ese tiempo, transmitirlo, para ser precisos. Y sentimos que ello se ha sacrificado por parte del director, para buscar cierto impresionismo, a través de diversos planos algo caprichosos y sumar pequeñas escenas que le den quizás más narrativa a la película, o llamémosle más acción, por decirlo de algún modo.


De ahí que por momentos, el guión, no los diálogos, sino el guión de muchas cosas que vemos constantemente que están sucediendo, a pesar de cierta parsimonia visual de la vida del campo, se vuelve muy diciente, muy explicito, y no logra redondear una película más autentica y artística a partir del tema y el personaje que esta representando. Se echan en falta ciertas pausas y un mayor numero de sutilezas. Es una opera prima y no hay que olvidarlo, pero creo que para este joven director colombiano, vallecaucano, se plantea desde ya un dilema en su filmografia, transmitir más o contar más.  En La Sirga hay prueba de ambas capacidades, pero una modesta sugerencia, es que el director, debería definirse en cada película porque vía se opta más.  Nuestro consejo seria por transmitir más y así lograr películas más redondas artísticamente hablando, y así ir detrás de los maestros del cine, de los cuales se ven sus influencias en esta historia.

Colombia esta a mitad de algo, no hay una guerra total ni tampoco la paz, ni mucho menos, y eso es La Sirga, un poco, una estación de paso, como lo es para Alicia, ese punto medio entre la muerte, el pasado de dolor y luto, y el exilio, la búsqueda permanente de un lugar donde poder sentirse a salvo de esa violencia.  Alicia por tanto es un personaje en transito de la historia de un país como Colombia, sin un final feliz y mágico como el de las fabulas o cuentos de Lewis Carroll o Hayao Miyazaki, y más cercanos a los de Victor Gaviria.



Los navegantes de la cabaña
Mirichis, el barquero y guía en este pequeño refugio de Alicia, también es parte del conflicto, de manera casí subrepticia, nos lo hacen saber, pero el busca reinventar su paraíso, por ello crea unas especies de amuletos o homúnculos artesanales, de sí mismo y Alicia, la cual lleva el nombre de Eva. Mirichis a modo de Pigmalión ha pretendido moldear un paraíso con su nueva Eva. Pero en la realidad de la actual Colombia, ni el sueño de un Edén para el barquero ni el de un cuento con final feliz para esta Alicia existe. Sin embargo deja la huella de uno de los romances más inocentes, lúdicos y mágicos que pueda haber visto en el cine colombiano y latinoamericano. David Guacas ha realizado un personaje con Mirichis en conjunto con quienes crearon el personaje, tan enigmático, encantador y con una evolución tan natural, que lo convierte sin duda en uno de los mejores personajes de La Sirga.  Joghis Arias sin duda es la portadora del corazón de la película, la cual por momentos roza alturas realmente conmovedoras, las cuales podrían haber tenido mayor progresión. El personaje de Freddy esta tan bien creado que existe con tanta fuerza, aun antes de aparecer en la historia, de modo que cuando aparece, llena la película, pues dota de misterio, confianza y fuerza contenida el lugar que ocupa en esta historia, gracias al guión y a Heraldo Romero, su interprete.  Flora es esa especie de ancla de esta cabaña flotante, una ancla solida, disciplinada, firme, la cual reposa en una entrega aplicada y comprometida de Floralba Achicanoy, en un personaje que quizás no esta hecho para brillar, pero responde a la perfección, a aquello que significa ser una actriz de reparto.  Por ultimo el tío de Alicia, Oscar (Julio Cesar Roble), es casi un retrato que forma parte de todo el paisaje, su rostro duro, pero honesto al mismo tiempo, como una madera tallada por el frío, la pesca y la esperanza de hacer realidad su sueño, el hostal llamado La Sirga.


Contravía 
Existen constantes que vemos en la naciente filmografía de Contravía Films, compuesta por El Vuelco del Cangrejo (Oscar Ruiz Navia, 2009) y La Sirga (William Vega, 2012), en cuanto a largometrajes, como son por ejemplo, el elemento del forastero como portador de las amenazas, a un mundo en aparente paz.  En la primera película era el personaje de el paisa, quien quería montar un negocio en la playa. En la segunda película y de la que estamos comentando, es Freddy, quien al parecer, como miembro de alguno de los grupos armados, es quien en su aparente comedia del hijo prodigo, termina siendo un portador de violencia a ese refugio flotante que había sido La Sirga y el mundo de niebla y agua que los rodea. Pero en Contravía, por sobremanera, también esta la vocación por embarcarnos hacia micro mundos dentro de Colombia, los cuales ignoramos, y que más allá de la postal o noticia turística aislada y superficial, nos llevan a vivir los inmensos universos de sueños, pasiones, deseos que habitan en pequeñas comunidades aisladas del país, y donde también, por supuesto, habita el conflicto, ya sea interpersonal o a nivel de los vecinos, o del mundo interno de cada habitante. Luego claro, aparecen los forasteros, trayendo conflictos de mucho mayor calibre y capacidad de destruir esos delicados universos. 


Contravía entonces, centra su foco en la periferia, se aleja del centro, de la ciudad capital, del tema directo y muchas veces tratado de la guerra como tal, ya sea en combates o en la guerra del narcotrafico.  Aparta la vista de los personajes conocidos en el cine colombiano, como el mafioso, el militar, el político corrupto, la puta, el indigente, el pícaro, entre otros. Su interés va en otra dirección, mostrarnos todo aquello que también es Colombia, con historias tan grandes como cualquier otra, y que solo quisieran que no les trastornen su ambiente y la forma de vida a la que se han adaptado. También marca una ruta de alejamiento, de lo que habitualmente vemos que es Colombia, en los medios, y en el cine también, no solo por lo que se retrata, sino por la capacidad de transmitir las verdaderas atmosferas y sentires de los retratos de aquellos paraísos periféricos terriblemente amenazados, donde la principal especie en vía de extinción, es el colombian@.

Dirección y Guión: William Vega.   Colombia, Francia, Mexico 2012 - 89 min.  35 mm. Color.
Productor: Oscar Ruiz Navia y Contravía Films.  Fotografia: Sofia Oggioni Hatty.  Edición: Miguel Schvenfinger.
Elenco: Joghis Arias, David Guacas, Floralba Achicanoy, Julio Cesar Roble y Heraldo Romero.
Premio Especial del Jurado y Premio a Mejor Fotografia del 16 Festival Internacional de Cine de Lima, Seleccionada en la Quincena de los Realizadores del Festival de Cannes 2012, Sección Horizontes Latinos del Festival de Cine de San Sebastian, Sección Discovery Programme en el Festival de Cine de Toronto.



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